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El costo del abandono y la oportunidad que el Bajío les grita para 2027

Las protestas agrícolas que recorren el Bajío son mucho más que un conflicto por el precio del maíz: son la factura acumulada de años de abandono al campo mexicano, abandono que se profundizó durante el sexenio de López Obrador con la destrucción de los programas, instituciones y mecanismos que daban certidumbre a la producción agrícola.

La narrativa presidencial aseguró que el campo por fin tenía un aliado en Palacio Nacional; la realidad demuestra lo contrario. Los productores fueron dejados sin herramientas, sin política pública y sin un Estado que los respaldara. Por eso hoy reclaman lo mínimo: no perder dinero por sembrar.

Ante la presión social, el gobierno federal decidió pagar el maíz por encima del precio internacional. Una solución políticamente útil para apagar el fuego inmediato, pero económicamente dañina: distorsiona el mercado, presiona la inflación y golpea la cadena alimentaria. No es culpa de los agricultores; es consecuencia directa del abandono institucional. Y las decisiones improvisadas siempre terminan saliendo más caras.

Pero quizá lo más importante de esta revuelta agrícola no está en la economía, sino en el estado emocional del país. El enojo no es solo contra Morena, aunque Morena sea el símbolo más evidente del desgaste; es un cansancio profundo hacia todos los políticos que dejaron de hacer su trabajo, que se desconectaron del territorio, que solo aparecen para la foto, que gobiernan con discursos vacíos y que creen que la gente aún se conforma con promesas gastadas.

La frustración que hoy expresan los agricultores es la misma que sienten los comerciantes abandonados, los transportistas ignorados, los profesionistas sin respaldo, los industriales sin interlocución. Es un hartazgo transversal, no partidista. No rechazan solo al partido en el poder: rechazan la clase política en su conjunto, su silencio, su inacción, su distancia y su incapacidad de dar resultados.

Y mientras el país manda señales, la oposición sigue en pausa. Dormida. Paralizada. Sin rumbo ni lectura del momento. Encerrada en pleitos internos, obsesionada con campañas de redes absurdas , como rifar iPhones para “movilizar bases” y completamente desconectada del enojo social que podría darle una oportunidad real.

Porque el Bajío les está gritando una posibilidad histórica rumbo a 2027. Guanajuato, tradicional bastión, ya no es terreno seguro para nadie. La gente está irritada, cansada del abandono de todos, no solo del partido gobernante. Si la oposición lograra sacudirse el letargo, limpiar sus viejas prácticas, trabajar el territorio de verdad y articular un mensaje serio, podría convertir este desencanto generalizado en una fuerza política real.

Falta tiempo para la Presidencia, sí, pero en México todo puede cambiar en semanas. La ventana está abierta. Lo preocupante es que pocos parecen darse cuenta.

En contraste, hubo quien sí entendió la magnitud del momento. Miguel Márquez fue uno de los principales impulsores en la defensa e interlocución con los agricultores, no para posar ante las cámaras, sino porque conoce el territorio, entiende su historia y sabe que cuando el campo protesta, protesta el país entero.

El Bajío habló.
La pregunta es si la oposición dormida, paralizada y desconectada será capaz de despertar a tiempo.

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