Por momentos, pareciera que Abraham Sotomayor confundió su curul con un set de grabación y el Congreso con una agencia de marketing. En los últimos días, diversos medios locales publicaron casi a la misma hora, con la misma redacción y hasta con la misma fotografía, un texto que proclamaba su supuesto “ascenso imparable” y su “popularidad” entre la ciudadanía de Irapuato.
Todo tan sincronizado que ni las campañas institucionales mejor coordinadas lo logran.
La pregunta es obvia:
¿con qué dinero se pagó esa ronda de halagos simultáneos?
Porque nada fue espontáneo.
Ni el contenido, ni las loas digitales, ni la selección de fotos, ni el “copiar-pegar” perfecto que hicieron varios medios.
Alguien redactó ese comunicado, alguien lo distribuyó y alguien lo pagó.
Y ese alguien, como siempre, es el beneficiario directo de esa narrativa: Abraham Sotomayor.
La duda que queda flotando es inevitable:
¿lo financia de su propio bolsillo o lo paga con recursos públicos disfrazados de “difusión legislativa”?
En tiempos donde la transparencia es más discurso que práctica, esta no es una inquietud menor.
El diputado del like fácil
Mientras presume crecimientos milagrosos —de 4,500 a 17,000 seguidores— su impacto legislativo está lejos de mostrar un ascenso similar.
No hay reformas de peso, ni iniciativas emblemáticas, ni posturas que marquen agenda, ni participación relevante en comisiones.
Abraham Sotomayor ha logrado volverse un diputado hábil… pero en redes sociales.
Es un legislador de ocasión: aparece en el pleno lo justo para la foto y desaparece para volver a grabar otro video triunfalista.
La actividad parlamentaria parece haber quedado en pausa desde que tomó protesta, pero en Facebook no descansa un segundo.
Textos clonados, logros inflados y el teatro de la “popularidad”
Las publicaciones que circularon —idénticas palabra por palabra— son casi una obra de comedia involuntaria. Presentan a Sotomayor como un fenómeno político, como un actor central del futuro local y como el “diputado más popular”.
Todo eso sería extraordinario… si fuera cierto.
Porque basta caminar por las colonias de Irapuato para descubrir que su “presencia territorial permanente” existe más en las fotos que en la realidad.
Aquí la ironía es inevitable:
Mientras él se vende como un líder sólido, la gente observa a un diputado que aparece más en Facebook que en las colonias, más en videos que en sesiones, más en autoelogios que en iniciativas.
Lo que debería estar haciendo
Mientras se dedica a mandar textos para que los medios los publiquen sin mover ni una coma, Sotomayor podría:
•estar revisando iniciativas olvidadas,
•trabajando en comisiones,
•recorriendo colonias con problemas reales,
•gestionando recursos,
•o simplemente, cumpliendo su trabajo de legislar.
Pero no.
Optó por ser el diputado que más aparece en Facebook y el que menos aparece con resultados legislativos.
La política requiere oficio.
El oficio requiere trabajo.
Y el trabajo requiere tiempo.
Tiempo que el diputado parece invertir más en autopromoción que en su deber constitucional
Conclusión
Abraham Sotomayor quiere proyectarse como aspirante a un cargo mayor.
Pero la política real no se construye con “notas” copiadas entre medios,
ni con seguidores inflados,
ni con apoyos pagados,
ni con videos ensayados.
La política real se construye con resultados.
Con presencia.
Con trabajo.
Y en eso, el diputado de Facebook tiene aún un largo tramo por recorrer.
Porque la popularidad de paga dura un día,
pero la ineficiencia legislativa esa sí se queda para la historia.


Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!