El reciente hackeo a la Fiscalía General del Estado de Guanajuato no solo expone una falla técnica: revela una negligencia institucional que ya no se puede seguir ocultando debajo de discursos de “modernización” y “avance tecnológico”. El ataque no fue una sorpresa para quienes conocen el estado real de la infraestructura digital del gobierno; fue, más bien, la consecuencia lógica de años de desinterés, presupuestos mínimos y una visión obsoleta sobre la seguridad informática.
En pleno 2025, cuando la información vale más que muchos activos físicos, la Fiscalía opera con sistemas que no están a la altura de su propia responsabilidad. La ciberseguridad dejó de ser un lujo hace más de una década: es una obligación básica para cualquier institución que resguarda datos sensibles, carpetas de investigación, identidades de víctimas, agentes ministeriales y rutas operativas. Sin embargo, Guanajuato sigue apostando por la reacción, no por la prevención.
El hackeo exhibe algo más grave que la filtración: evidencia que la Fiscalía nunca asumió la dimensión estratégica de lo digital. La protección de datos se ha tratado como un trámite, no como un pilar de gobernanza. Mientras otros estados ya operan centros especializados, auditorías permanentes y simulaciones de ataques, en Guanajuato se sigue creyendo que instalar un antivirus es suficiente para enfrentar a grupos criminales cibernéticos con recursos, inteligencia y motivación.
El mensaje es claro: sin inversión, sin personal capacitado y sin una política seria de blindaje digital, esto volverá a ocurrir. Y cada nuevo ataque será más costoso, más profundo y más dañino.
La Fiscalía debe dejar de reaccionar solo cuando el desastre ya está hecho. La información que custodian es demasiado valiosa para seguir confiando en sistemas frágiles, licitaciones mal diseñadas o proveedores improvisados. La ciberseguridad es ya una obligación moral y operativa del Estado. No se trata de si los ataques volverán, sino de qué tan preparados estaremos cuando sucedan.
Guanajuato necesita despertar. La vulnerabilidad ya quedó exhibida. La pregunta ahora es si habrá voluntad para corregirla antes de que sea demasiado tarde.

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