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Pipas de lujo: la dupla Smith–Ludovico en Guanajuato Capital.

Por Don Rommel

En Guanajuato Capital hay nombres que no se van, que se repiten como un eco incómodo en los pasillos del poder. Uno de ellos es Ludovico. Ya operó con Alejandro Navarro; hoy vuelve, bajo el cobijo de Samantha, a ocupar el mismo escritorio donde se deciden contratos, licitaciones y millones de pesos.

Su regreso no podía pasar inadvertido. El Comité de Adquisiciones, Enajenaciones, Arrendamientos y Contratación de Servicios avaló el fallo de la Licitación Pública Nacional LPN/DAySG-007/2024, para la adquisición de dos pipas de agua potable. El acta oficial lo dice sin rodeos: el contrato se entregó a Toyocamiones S. de R.L. de C.V., por 3 millones 699 mil 600 pesos. Traducido: casi dos millones de pesos por cada unidad.

El número es brutal. Cada pipa le costará a Guanajuato casi dos millones de pesos. En el mercado, una unidad equipada ronda entre 1.2 y 1.8 millones. ¿Qué clase de pipas son estas? ¿Blindadas, con interiores de piel, aire acondicionado automático y tablero digital? ¿O, como tantas veces en esta ciudad, se trata de un sobrecosto maquillado con el sello del comité?

El antecedente de Ludovico con un Rolex en la muñeca ya no parece frivolidad: era un retrato. Hoy ese mismo estilo se traduce en la gestión pública. Si antes se daba el lujo de presumir relojes caros, ahora presume —con dinero de todos— pipas de lujo.

Mientras las colonias enfrentan cortes de agua, calles destrozadas y servicios en ruinas, el Ayuntamiento gasta millones en unidades que pudieron costar mucho menos. El contraste es insultante: la gente espera agua; lo que recibe es el espectáculo de pipas infladas a precio de oro.

Y ahí, al centro de la escena, está Ludovico. No como un simple coordinador, sino como lo que en los pasillos ya se murmura: el padrino de los contratos. El hombre que opera en silencio, que decide qué proveedor gana, cuánto cobra y cómo se reparte. Ya lo fue con Navarro; ahora lo es con Samantha.

Hoy han sido pipas; mañana son obras, concesiones y servicios. La maquinaria ya está en marcha. Y en Guanajuato, la reincorporación de Ludovico confirma lo que todos temían: que los negocios pesan más que las necesidades de la gente.

La ciudad podrá seguir sin agua, con calles en ruina y colonias olvidadas. Pero algo sí puede presumir: que en plena crisis, Guanajuato Capital estrenó sus pipas de lujo, orgullo del sobrecosto y símbolo de un sistema donde lo que pasa por el escritorio de Ludovico siempre termina costando más caro.

Y entonces la pregunta inevitable surge: ¿por qué Samantha Smith tolera esto? ¿Lo ignora, lo avala… o es cómplice?

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